Hay tres grandes desafíos para este problema:
- Todavía no tenemos una buena arquitectura cognitiva que modele con precisión el funcionamiento de la mente humana. Este es el caso por varias razones; El ser más grande es que el cerebro es increíblemente complejo. Afortunadamente, tenemos mecanismos para aproximar cómo funciona el cerebro (es decir, redes neuronales), pero estos mecanismos no se han unificado con conceptos y modelos de la ciencia cognitiva (ej. ACT-R – Wikipedia, Soar (arquitectura cognitiva) – Wikipedia). Nuestra mejor apuesta para hacer que las máquinas sean sensibles es replicar la mente humana, y el primer paso lógico para hacerlo es brindar más unidad a varios mecanismos en IA (aprendizaje automático, ciencia cognitiva, etc.).
- Nuestros cerebros trabajan de manera totalmente paralela. Los trenes de espigas (Red neuronal de espigas – Wikipedia) creados por las neuronas en nuestro cerebro tienen una activación en expansión que ocurre al mismo tiempo a partir de diferentes estímulos y hacen que otras neuronas se activen. Aproximar esta funcionalidad en una computadora tradicional (que en el nivel más básico fue diseñado para calcular datos sincrónicamente) es una tarea muy grande. Claro que tenemos GPU multihilo y elegantes que pueden ayudarnos a tratar de aproximarnos al cerebro, pero operan en un nivel básico de una manera que contrasta totalmente con los mecanismos del cerebro. Entonces, podemos simular modelos de dibujos animados del cerebro usando computadoras y redes de computadoras, pero es tecnológicamente muy costoso.
- Este punto está relacionado con el no. 2 arriba, pero merece ser distinguido en su propia categoría. Hay investigaciones y crecientes sospechas de que una mente solo tiene el potencial de ser tan compleja (la complejidad es claramente un requisito para la sensibilidad) como el entorno en el que se le enseñó / planteó. Somos criaturas complejas porque tenemos una gran cantidad de información que entra en nuestro cerebro en paralelo sobre nuestro entorno, y nos inunda la mente para sintonizar cómo nos comportamos desde el momento en que nacemos. Si alguna vez vamos a tener una máquina totalmente sensible que comprenda los sentimientos y lo que significa ser “consciente”, ¿no necesitaremos un mecanismo para alimentar la entrada en dicha máquina que sea complejo como la retroalimentación que recibimos de nuestro mundo? Como ejemplo, imagina que creciste como agente en el mundo de Minecraft y que solo podrías obtener aportes de ese entorno plano; ¿Crees que entenderías el amor, el dolor, la pasión o la empatía? La respuesta es muy probablemente no.