Las aplicaciones que usamos todos los días aseguran que nuestros datos personales no entren en manos equivocadas a través de un proceso llamado cifrado.
Esto se hace ‘codificando’ la información enviada de una persona a otra en un código extenso que hace que sea ilegible para cualquier otra persona que intente acceder a ella.
En el cifrado de extremo a extremo, el remitente y el receptor son las únicas personas que pueden descifrar la información codificada de nuevo a una condición legible. Esto se logra a través de ‘claves’, que otorgan acceso solo a los usuarios involucrados para modificar los datos para hacerlos ilegibles y luego legibles nuevamente.
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En Whatsapp, por ejemplo, cada mensaje enviado tiene su propia cerradura y clave únicas y solo el remitente y el receptor tienen acceso a estas claves. Esto evita que las miradas indiscretas vean la información en los mensajes.
¡Espero eso ayude! 🙂