¿Por qué no es posible la inteligencia artificial, según Alan Turing?

En la escuela, se les pidió a los niños pequeños que completaran la siguiente oración: “El gato tiene … patas y el pájaro …”. A conciencia, los alumnos completaron los espacios en blanco con los números cuatro y dos. Es decir, todos menos uno de ellos, quienes en cambio escribieron: “El gato tiene dolor en las piernas y el pájaro está triste por eso”.

¿La respuesta de ese estudiante indica que es de alguna manera menos inteligente que el resto? Por supuesto no. Por supuesto, tiene una inteligencia diferente, una que es más inusual. No piensa de la misma manera que el resto de sus compañeros de clase, pero eso no significa que no piense tan bien o incluso mejor.

Las llamadas pruebas de “inteligencia” ofrecen poca información sobre la capacidad intelectual real. Es un poco como tratar de estimar el valor de una casa mirando lo que hay en la nevera. Estas pruebas datan de un momento en que la inteligencia se limitaba en su mayor parte a la capacidad lógica y matemática para calcular, clasificar, extrapolar o deducir. El coeficiente intelectual está lejos de ser la medida perfecta de inteligencia porque hay muchos tipos de inteligencia. La inteligencia es como el tipo de sangre: no hay ninguna que sea mejor que el resto, pero algunas son más comunes. Por lo tanto, la cuestión del nivel de inteligencia de un individuo es menos importante que el tipo de inteligencia.

Además de la deducción y las capacidades matemáticas y lógicas, existen, entre otras: inteligencia musical (sensible a sonidos y ritmos), inteligencia corporal (que libera todo el potencial de todas las partes del cuerpo), inteligencia relacional o emocional (la capacidad de identificar los sentimientos e intenciones de los demás), la inteligencia visual (que nos permite visualizar antes de construir algo y mover objetos al espacio) y la inteligencia del lenguaje (la capacidad de pensar con palabras).

Casi ninguna de estas funciones se puede programar para que una máquina pueda llevarlas a cabo. Una computadora puede reconocer una cara, pero no puede encontrarla hermosa. Una computadora tiene memoria, pero no puede tener recuerdos. Puede producir imágenes, pero no tiene imaginación. Una computadora puede aprender de sus errores, pero no puede arrepentirse de ellos. Puede comparar ideas, pero no puede tener una idea.

Lo que llamamos “inteligencia” no es una habilidad única, sino un conjunto de habilidades, innatas o adquiridas, que requieren de nosotros tanto para saber como para ignorar, para emocionarnos y para desapegarnos, para hacer preguntas y para responder. Estas habilidades son inseparables de sorpresas, sensaciones, intuición, risas.

La esencia misma de la inteligencia es que es humana y que no puede ser recreada por algo artificial. Si se volviera artificial, significaría que hubiéramos renunciado a usar el nuestro. Pero el tema se plantea una y otra vez en los medios. Tan pronto como una computadora derrota a un ser humano en un juego u otro, resucita el mito de que la inteligencia artificial se convertirá en parte de nuestras vidas.

Las computadoras pueden liberarnos de muchas tareas tediosas, pero eso no significa que nos harán libres. Pueden ayudarnos a prever pero no querer. Pueden ayudarnos a encontrar información, pero no nos dirán qué buscar. Pueden analizar la forma en que se dirigen las cosas, pero no pueden entender lo que significa.