Internet es una fuente maravillosa de información sobre cualquier tema, pero sobre todo nos ayuda a no pensar. Al estar conectados al mundo en línea, los seres humanos están casi en un estado de muerte viviente e Internet es lo único que nos llama a ser, un cierto tipo de ser. Mientras que el llamado solía ser teológico o espiritual, lo sobrenatural se ha convertido en lo sobrehumano. Estamos totalmente conectados, autómatas hiperindividuales esperando ser activados por nuestros teléfonos, el portal mágico que nos lleva a un mundo más espectacular que cualquier cosa que exista en tiempo real. Internet es lo más cerca que llegamos a ese sentimiento de omnipotencia y omnisciencia que solo Dios conoce.
Es una sensación extraña no pensar simultáneamente y al mismo tiempo tener acceso a todo lo que te gustaría saber.
A través de la virtualidad, somos transformados en algo que no es real pero que es real, como el mercado de valores que produce números reales que no existen en la vida real, pero que afectan todo lo que somos y todo lo que hacemos. Ya sabes, la danza imaginaria de la capital ordena el planeta, ¡solo tienes que tener fe en él!
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Además de los efectos más obvios que Internet tiene sobre nosotros, la dinámica virtual está cambiando la forma en que vemos el tiempo y el espacio. Está cambiando el pasado y reordenando el futuro. He oído decir antes que el mundo digital canibaliza el tiempo porque lo virtual siempre está unos segundos por delante de nosotros, compitiendo con el presente. Hay un hedonismo espiritual asociado con nuestro tiempo que pasamos en Internet y somos completamente adictos a él.
En el ámbito de la virtualidad, a través de juegos y avatares y perfiles de citas en línea, participamos en economías virtuales y relaciones virtuales totalmente funcionales. Contrariamente a lo que la gente dice sobre las redes sociales como una proyección de lo que queremos ser, una ficción, una mentira, una máscara, etc., de hecho, podemos encontrar en este horizonte de la nada quiénes somos realmente, por eso la gente tiene Es difícil desconectarse de él. No es que estas reflexiones virtuales sean una distorsión que nos aleja de la posibilidad de algo real, sino que la virtualidad (como una extensión de la tecnología moderna) es lo que hace que nuestras vidas tengan sentido.
Entonces, ¿cómo ha cambiado Internet la forma en que pensamos? Hay una pérdida real de memoria y falta de confianza sobre el futuro que puede no ser causada por Internet, pero ciertamente empeora. Ambos estamos peligrosamente libres y cómodamente atrapados sin salida para la energía que se está almacenando.