En mayo de 2011, la Organización Mundial de la Salud clasificó la radiación electromagnética como posiblemente cancerígena (causante de cáncer). Esto coloca la radiación electromagnética en el mismo nivel de carcinogenicidad con escape del motor, humos de soldadura, hollín de carbono, cloroformo y más. Hay una creciente variedad de evidencia que se presenta para respaldar el impacto adverso para la salud de la radiación electromagnética en humanos. Esto incluye riesgos para la salud, como tumores cerebrales, dolores de cabeza, fatiga crónica e insomnio, mareos y ansiedad, daño en el ADN, deterioro cognitivo en niños, cáncer que incluye mama y piel, Parkinson y Alzheimer, infertilidad y disminución del conteo de espermatozoides y más.
Los riesgos futuros de la radiación electromagnética son tan enormes que ahora se considera como la 4a forma de contaminación, después de la contaminación del aire, el agua y el suelo (cada una con una consecuencia económica y de salud diferente). La contaminación electromagnética puede ser la forma más importante de contaminación que la actividad humana ha producido en este siglo, aún más peligrosa porque es invisible e insensible.
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