La industrialización y la tecnología pueden tener efectos buenos y malos en el medio ambiente. Pero realmente es la forma en que usamos la tecnología lo que importa.
Por ejemplo, en el Reino Unido, la revolución industrial produjo una gran riqueza para algunos y mejoras modestas para muchos, pero una gran cantidad de contaminación del aire para todos. El aire en las ciudades estaba tan lleno de humo que los smog (niebla y humo mezclados) eran frecuentes y miles morían cada año por enfermedades respiratorias. Fue la tecnología en forma de combustibles sin humo lo que resolvió el problema, pero fue la tecnología (motores de vapor y de combustión interna) lo que lo causó en primer lugar.
La tecnología y la industrialización de la agricultura han permitido aumentar la producción de alimentos, pero esto ha llevado a un gran crecimiento de la población humana que está abrumando el mundo natural y conducirá a una catástrofe a menos que elijamos controlar el crecimiento de la población.
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En los países ricos, la industrialización y la tecnología nos han permitido saquear recursos naturales como el carbón, el petróleo y el gas a un ritmo acelerado. Esto nos ha permitido satisfacer los instintos codiciosos, pero el daño ambiental que se está haciendo es enorme. Los vertederos y la basura son evidencia de este despilfarro y descuido. Las generaciones futuras preguntarán: ¿qué nos hizo hacer un desastre y dónde se ha ido todo el combustible fósil?
Pero no tiene que ser de esta manera. La tecnología se puede utilizar para aumentar la productividad para que podamos disfrutar de más tiempo libre para socializar, practicar deporte y arte de todo tipo. Es la búsqueda codiciosa de la riqueza que se gasta en cosas que no necesitamos lo que agrega estrés a la vida y daña el medio ambiente.